miércoles, 11 de junio de 2014

De cómo estar tan tranquilo

Voy a convertirte en un muerto, pensé.
Porque me resulta más fácil vestir de luto que de verde. Porque amputar es la mejor forma de dejar espacio a algo diferente. No disfruto de las llamas, pero las cenizas son ligeras.

No sólo lo pensé; lo llevé a cabo. Te malhice hasta volverte inocuo. Me olvidé del asco y descarté al héroe. No me daría cuenta hasta mucho más tarde: allí era donde estaba la maniobra en realidad. No es lo que hice de ti, sino en lo que yo elegí convertirme. Me apeteció ser el villano y fue una decisión provechosa. Beben bourbon, nadie necesita ser hipócrita con ellos y se van a la cama con pocas preguntas para su almohada.

Te plegaron un ataúd de papel. No me quedé a enterrarte. No le debía nada a esa cáscara. No eras tú, era un muerto.
Podría haber pensado que te había dejado en silencio. Pero no era el caso. A quien estaba acallando era a mí mismo, bendita quietud.

Hace mucho de todo esto, y tardó muy poco en convertirse en pasado. Más de una vez volvió a sucederme en otros parajes; como me había gustado mi modus operandi, lo repetí.
Siempre me salió de forma intuitiva, sin premeditación ni reflexión. Hoy en día, con algo más de perspectiva, he comprendido que obtengo paz con ello. La desarrollo+celebro escribiendo esto.

Porque la cuestión tiene truco, y está en que yo no llego a recortar ni a destruir. Cuando el color se ha vuelto ocre, él mismo se ha dado muerte por su propia mano.



martes, 3 de junio de 2014

Zarpar


Esto empezará como un ejercicio, una excusa para hacerme a mí mismo escribir con regularidad. Siempre me ha faltado constancia, en parte por falta de disciplina y en parte por falta de confianza en lo que podría decir.

Como no sé si hablar de música, de sentimientos, de libros, de actualidad, de sueños o de pamplinas, escribiré de todo un poco según me vaya apeteciendo. No tengo muy claro lo que saldrá, pero con un poco de suerte encontraré algunas cosas que contar.