El valle dejaba de serlo
inundado por garza sangre
cosecha de un hombre de lluvia.
Fluyen las aguas sucias
hasta la desembocadura.
Viste un blanco prestado,
cree cautiva a la luna.
«No es reflejo. La he cazado:
la del cielo es una impostora».
Pulveriza la tierra a su paso,
hace de las raíces briznas.
«Soy vaso, grueso, duro.
Descarnado en mi crudeza
como si hecho de greda.
Bien mirado, fuiste difunto:
ahí falta linfa de hidalgo».
Mulo y recio desbordaba;
asesino de ninfas, se ahogaban.
Sus cuerpos se hacían nenúfares
y el estanque se alimentaba.
Ella fabricó una canoa,
selló con resina las juntas.
Navegó río arriba hasta el caño
y vio que era artificio humano.
A la mar devolvió los peces,
donde cada gota es milagro.
Desoyó el rumor de la corriente
y soñó con volver al océano.