miércoles, 27 de agosto de 2014

En otro tiempo

Una lejana oración
arrastrada por la brisa nocturna
aviva las hojas con su medrosa danza.
Es la canción de los árboles ancianos,
que cantan para ti.
Para estos bosques sombríos,
ahora durmientes.

Sin esperarnos,
tantas estaciones han pasado;
las hojas doradas van a la tierra a morir.
Un día renacerán bajo un cielo más brillante.

Pero nuestro desgastado mundo permanecerá
y tú y yo mañana ya nos habremos marchado.

—Autre Temps, Alcest:


martes, 12 de agosto de 2014

Bigotes y antifaz

Visité un árbol.
Si me vio, espero que no me confundiese con los que acuden sólo para guarecerse bajo las ramas. Tengo mi casa; no caminaría hasta un bosque en busca de cobijo. Ni siquiera cuando traigo algo de lluvia conmigo. Lo que busco, si acaso, es fruta. Cuando puedo, exprimo y bebo zumo. Soy un bebedor. Los hay con vicios peores, yo me hincho de zumo. Pero eso es secundario: lo principal es que me gusta perderme entre verde y tierra.

Visité un árbol.
No para dibujarlo, ni para estudiarlo. No sabría taxonomizarlo ni tengo el menor interés. Me senté junto a él en silencio y me quedé a ver el atardecer. Juraría que me abrazó con sus raíces.

Regresé y no traje nada de la ciudad. No anoté el camino; él se dejó encontrar. No me puso ningún nombre ni trató de construir una casa en mi copa. No se creyó encargado de regarme ni receló de mi suelo. Y yo tampoco sentí la menor necesidad de hacer de jardinero.

Pues no es un juguete convertible. Sí, podría prometerme que se negará a marchitarse en otoño o garantizarme que me dará sus frutas más grandes. Podría vestirse de un Gran Tabú y hacer bandera de él por si acaso yo necesitase verlo grabado en piedra. Pero algo categóricamente absoluto, interminable y acomodadizo sólo puede ser un muñeco:


Mientras que sólo algo vibrante, posiblemente perecedero —qué más da— y de errática vivacidad puede ser un árbol. Auténtico, colorido, florido como para embriagarse. De frutos dulces para masticar a carrillos llenos.

Árbol, ven con el viento si acaso te trae hasta aquí. Y si no, lo mismo da. Yo te voy a coger frutos hasta que me lo prohíbas.